En Europa hay muy poca gente que tenga tiempo, puede que
nadie lo tenga, por eso casi todos corren, atraviesan la vida como una flecha.
Hay Papalagi que afirman que nunca han tenido tiempo, corren en todos los
sentidos, casi sin pensarlo, como poseídos por espíritus malvados. Esa locura es
un estado espantoso, una enfermedad que ningún medico puede curar, afecta a
muchos hombres y los hace miserables. El Papalagi dirige todo su espíritu y
todos sus pensamientos hacia un mismo objetivo, hacer que el tiempo sea lo más
compacto posible. Utiliza el agua, el fuego y los relámpagos para retener el
tiempo. Pone ruedas de hierro bajo sus pies y da alas a sus palabras para tener
más tiempo. ¿Y para qué sirve tanto esfuerzo?,¿qué hace el Papalagi con su
tiempo?. Yo no he podido descubrirlo, creo que el tiempo se les escapa como una
serpiente de una mano mojada precisamente porque intentan retenerlo demasiado.
El Papalagi no reconoce el tiempo, no lo entiende, y por eso lo maltrata con
sus costumbres bárbaras. Queridos hermanos, nosotros nunca nos hemos lamentado
del tiempo, nunca lo hemos perseguido, nunca hemos querido cortarlo en
rebanadas ni ensancharlo, para nosotros nunca ha sido una carga ni una
obligación, debemos liberar de su locura al pobre Papalagi, debemos ayudarle a
reencontrar su tiempo y a aplastar sus pequeñas y redondas maquinas del tiempo
y decirles que hay más tiempo entre el amanecer y el ocaso del que un hombre
puede gastar.
Jefe samoano Tuiavii de Tiavea, 1914.
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Recuerda que cada persona es dueña de sus silencios y esclava de sus palabras.