War. War never changes.


—Las guerras no estallan sin previo aviso —explicó modestamente—. Empiezan como pequeñas hogueras en el horizonte. Se van acercando poco a poco. El hombre sabio observa el humo y se prepara para levantar el campamento, igual que Ayrs y Jocasta. Lo que me temo es que la próxima guerra será tan grande que no quedará intacto un solo lugar con un restaurante decente.
¿Tan seguro estaba de que fuese a estallar otra guerra?
—Siempre va a estallar otra guerra, Robert. Nunca se apagan del todo. ¿Qué es lo que atiza los rescoldos? La voluntad de poder, que es la columna vertebral de la naturaleza humana. La amenaza de la violencia, el miedo a la violencia o la violencia propiamente dicha, son los instrumentos de esa espantosa voluntad. La voluntad de poder está presente en las alcobas, en las cocinas, en las fábricas, en los sindicatos y en las fronteras de los estados. Escúchame bien y grábatelo. El Estado-nación no es más que la naturaleza humana inflada hasta proporciones monstruosas. Lo cual demuestra que las naciones son entidades cuyas leyes vienen dictadas por la violencia. Siempre fue así y siempre lo será. La guerra, Robert, es uno de los dos compañeros eternos del hombre.

El Atlas de las Nubes
Mitchell David

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