The Queen in London


Y ahora, desde la ventana de un coche de cuatro ruedas, la reina de Babilonia contempló las maravillas de Londres. Pensó que el Palacio de Buckingham no era interesante; la Abadía de Westminster y el Parlamento no eran mucho mejor. Pero le gustó la Torre, y el río, y los barcos la llenaron de asombro y deleite.
—Pero qué mal cuidais a vuestros esclavos. Qué desgraciados y pobres y desnutridos parecen —dijo, mientras su carruaje transitaba por la calle Mile End.
—No son esclavos; son trabajadores —contestó Jane.
—Por supuesto que están trabajando. Eso es lo que hacen los esclavos. No me lo digáis a mí. ¿Es que suponéis que no sé reconocer el rostro de un esclavo cuando lo veo? ¿Por qué no se preocupan sus amos de que estén mejor alimentados y vestidos?… Os encontraréis con una revuelta si no ponéis más atención —dijo la Reina.
—Oh, no —contestó Cyril—. Veréis, ellos tienen derecho a voto, y eso hace que no debamos temer una revuelta. Esa es la diferencia. Papá me lo ha dicho así.
—¿Qué es eso del voto? —preguntó la Reina—. ¿Algún tipo de encantamiento? ¿Qué hacen con él?
—No lo sé —replicó Cyril, agobiado—. Es sólo un voto, y eso es todo. No lo utilizan para nada en especial.
—Ya veo —dijo la Reina—. Se trata de una especie de juguete […]

 The Story of the Amulet por E. NESBIT

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Recuerda que cada persona es dueña de sus silencios y esclava de sus palabras.