Dentro de seis meses nacería su bebé. Algo que había sido una simple célula, un grupo de células, una bolsa de tejido, una especie de gusano, un pez en potencia con sus agallas, se agitaba en su seno y vendría a ser un hombre con el tiempo: un hombre hecho que se daría al goce y al sufrimiento, al odio y al amor, al pensamiento, al recuerdo y a la imaginación. Y lo que había sido en su cuerpo una ampolla gelatinosa inventaría un dios y un culto; lo que había sido una especia de pez crearía, y, habiendo creado, se convertiría en un campo de batalla para la disputa entre el bien y el mal; lo que en ella había vivido oscuramente, como un gusano parasitario, contemplaría las estrellas, escucharía música, leería versos. Una cosa se convertiría en persona; una minúscula masa de materia llegaría a ser un cuerpo humano, una mente humana. El portentoso proceso de la creación se desarrollaba en su interior.
Contrapunto. Huxley.
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Recuerda que cada persona es dueña de sus silencios y esclava de sus palabras.